sábado, 30 de junio de 2012

Ayer amanecía gris...

Un día más sin ti, una noche más sin tu calor. Sin tu presencia. Las noches son eternas, frías. Con vueltas y más vueltas. Buscando un olor en la almohada, buscando un brazo que me rodee. Queriendo sentir la presión de tu amor. Tus suspiros en mi pelo mientras duermes. Tus pies helados junto a los míos, que antes siempre estaban calientes y ahora... Ahora se convierten en la entrada del frío que me sobrecoge por las noches. Me desvelo continuamente, mantengo conversaciones contigo y te sueño. Te imagino. Te noto. Te siento. Pero te desvaneces pronto. Son apenas unos minutos que resbalan por las agujas oscuras del reloj de mi noche. Noche tras noche marcadas por los llantos y los suspiros, que más que relajarme, me exponen al dolor. El dolor de tu ausencia. Y así, veo amanecer entre sueños. Y hoy el sol se cuela por la persiana, pero para mí el amanecer es gris porque de nuevo me despierto sin ti. Y ya ni el café me espabila y ni el agua sobre mi cara me despierta. ¡Ay cuándo salgo a la calle! Lo peor de todo es que la vida parece continuar. Los niños juegan y ríen, las conversaciones vulgares inundan el silencio y las prisas se apoderan de la mayoría. No soporto vagar por las calles de Madrid sin ti. Y saber que no regresarás más a mí, que no disfrutaré de tu risa... Que tu mirada no será mi faro ante las tempestades que me asolen. ¿Cuánto tiempo más tiene que pasar para que me acostumbre a estar solo?

No hay comentarios: