lunes, 8 de octubre de 2007

Pequeño reflexión de futuro...

Quiero que mis hijas sean guapas, completas y buenas; que despierten admiración, amor y respeto; que tengan una juventud feliz, que acierten en su matrimonio y que aprendan a llevar una vida útil y agradable con las menos aflicciones posibles que Dios juzgue enviarles. Ser amada y elegida por un hombre bueno es lo mejor y lo más dulce que le puede ocurrir a una mujer, y de todo corazón espero que mis hijas conozcan esta experiencia maravillosa. Es muy natural pensar en ello, y no es malo esperarlo y prepararse para que, llegado el momento, sean dignas de esa felicidad y sepan cumplir los deberes que comporta. Soy ambiciosa respecto a mis hijas, pero no para que destaquen en sociedad casándose con hombres ricos simplemente porque lo son, ni para que vivan en una casa espléndida que no pueda llamarse hogar porque falte amor. el dinero es necesario, precioso y si se emplea bien es fuente de dignidad; pero no quiero que lo consideren el único premio, ni lo más importante por lo que hay que luchar. Preferiría mil veces verlas casadas con hombres pobres pero buenos si fueran felices, amadas y consideradas, que no reinas sin estima y sin paz. Espero que no tengan prisa; todo llegará, y entre tanto que hagan que esta casa sea un hogar feliz para que puedan hacer felices las suyas si llegan a tenerlas o simplemente para que se sientan a gusto en ésta si no las tienen.

[De "Mujercitas"]